Mi paso por los Centros de Desarrollo Empresarial (CDE) fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi carrera profesional. Durante ese tiempo, tuve la oportunidad de trabajar en el fortalecimiento del tejido productivo nacional, acompañando a pequeñas y medianas empresas en su crecimiento, sostenibilidad y conexión con los mercados.
Desde mis funciones como Gerente de Operaciones, Coordinador Regional y Coordinador de Inteligencia de Mercados, impulsé estrategias enfocadas en la competitividad local, la formación técnica y la innovación empresarial. Esa experiencia me permitió comprender a profundidad la dinámica de las economías sociales y el valor que tiene el acompañamiento técnico cuando se combina con visión estratégica y trabajo colaborativo.
Junto a organismos internacionales como la OIT, CARE y World Vision, así como con Cámaras de Comercio, instituciones públicas, organizaciones de base comunitaria y empresas del sector social de la economía, consolidamos procesos que integraban conocimiento, tecnología y cooperación. Cada alianza fue un recordatorio de que el desarrollo no ocurre de manera aislada: se construye con diálogo, datos y compromiso humano.
Esa etapa profesional me enseñó que la inteligencia de mercados no se trata solo de estadísticas o tendencias, sino de entender a las personas detrás de cada negocio. Los datos cobran sentido cuando se traducen en decisiones que generan empleo, arraigo y esperanza en los territorios.
Hoy, miro atrás con gratitud y con la certeza de que esa experiencia fue clave para mi visión actual: una mirada integral donde el desarrollo económico, la inclusión social y la formación convergen en un mismo propósito —crear oportunidades reales que fortalezcan las comunidades y reduzcan las causas estructurales de la migración.
“Los mercados se comprenden mejor cuando se escucha al territorio; ahí donde los datos se vuelven historias y las cifras, oportunidades.”